Cada vez somos más los que denunciamos las tropelías a las que la ONCE somete a sus trabajadores. Unos trabajadores que precisamente justifican su actividad en el Juego y a los que desprecia y arrincona en pos de levantar un imperio con una red comercial que les achicharra.
El diario Plaza ha levantado la voz en este sentido.”Hace no demasiado tiempo las cosas eran más sencillas para la ONCE, cuando apenas competía con Loterías y Apuestas del Estado. Entonces su oferta de azar —que, como es sabido, brinda una oportunidad laboral a miles de personas ciegas o con otras discapacidades— era una referencia obligatoria para los vecinos aficionados al juego. Ahora lo sigue siendo, pero menos, con cada vez más oferta alternativa y la gran amalgama de productos en la red que acapara la atención de los más jóvenes”. En este contexto a los vendedores también les ha surgido la competencia de su propia organización, “que vende directamente los cupones en los bares y estancos del barrio” y que provoca que los vendedores ciegos hayan disminuido sus ventas: Desde 2011 se vende un 20% y un 30% menos, aseguran.
“La ONCE extendió de esta forma la venta de cupones a establecimientos alternativos como bares, estancos, gasolineras, supermercados, quioscos u oficinas de correos. En materia laboral, esta iniciativa se ha convertido en la manzana de la discordia de la Organización Nacional de Ciegos de España. ¿Incrementa sus ventas? Por supuesto. Cuanto más puntos de venta, más ventas. Pero la pregunta que se hacen algunos va más allá del resultado: ¿Tiene sentido que la ONCE venda como cualquier otro actor del mercado cuando precisamente explota su producto en exclusiva por emplear a personas con discapacidad?”, se pregunta.
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