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La ONCE o cómo no cegarse ante tanta santidad

“Miguel Ángel Revilla destaca la contribución del Cupón de la ONCE a la promoción de la Comunidad Autónoma”, leo en varios medios de comunicación. Claro, porque todos sus compradores viajan a los pueblos que aparecen en el cupón. Lo sabe todo el mundo. Las agencias de viajes deben de estar tirándose de los pelos por los destinos maravillosos que ofrece ese trozo de papel, porque les roba todos los clientes. Esto es retranca. ¿Lo sabéis, no? El presidente de la comunidad cántabra debería mirar más porque Liérganes, por ejemplo, se promocione por alguna actividad CULTURAL - ¿qué será eso?- y por el chico del chaleco amarillo de la ONCE que tiene que reunir 4.200 euros al mes en esta población de 2.000 habitantes, de los cuales yo no he visto a más de 200.

Para muchos avispados, los discapacitados son un caramelito empresarial por las facilidades fiscales que conlleva el contratarlos. A priori parece que son leyes que el Estado aplica para favorecer a éstos pero, como siempre, los favorecidos son los empresarios que tienen en su mano el explotar a personas que además suman sus otros problemas.

La ONCE es una organización que siempre ha presumido de dar una vida digna a sus vendedores del cupón, pero no todo es oro lo que reluce.

Este trabajo, bajo la presión de conseguir esos 4.200 euros al mes, cuando son los clientes los que se tienen que acercar al vendedor, y no al revés, suma estrés y ansiedad a los trabajadores que, ahora, están siendo despedidos por no llegar a esos objetivos tan altos impuestos por la organización. No es tarea fácil.

Los sindicatos denuncian que la ONCE pone a la venta sus productos en locales regentados por personas que no poseen dicha discapacidad. Así es que si ya era difícil llegar a los objetivos, y más en pequeñas poblaciones, ahora la competencia desleal está robando el pan a quienes merecen esos puestos, porque su discapacidad los ha reducido a ellos.

Estamos en el siglo XXI, cuando las innovaciones tecnológicas deberían de ponerse al servicio de las personas con discapacidades para que puedan estar en cualquier puesto de trabajo, pero parece que a la ONCE sólo le interesa tener a sus trabajadores a pie de calle como si nada hubiésemos avanzado.

Con los miles de millones que ha movido - y mueve - la ONCE es vergonzoso que sus empleados, que se dejan la piel en las calles de nuestro país - haga sol, lluvia o nieve -, tengan que sufrir estas amenazas de despido cuando es la propia organización la que le pone trabas.

Los sindicatos luchan por denunciar estás malas prácticas de la ONCE, que a los ojos de muchos ciudadanos es una organización que ayuda, cuando queda demostrado que como cualquier empresa sin escrúpulos, explota a sus trabajadores que, además, la han encumbrado, cupón a cupón, en una gran potencia económica que debería volcarse en esos empleados que la han construido.

Quizá, en un mundo justo, se empiece a valorar debidamente a las personas con discapacidades en puestos de trabajo que se aprovechen de las otras capacidades que estas personas tienen y pueden desarrollar.

La ONCE, organización tan premiada por su labor social, debería de ser desenmascarada al fin como lo que verdaderamente es: una empresa falta de empatía que sólo se aprovecha de los beneficios que el Estado le da por “ayudar” a esas personas con discapacidades que se merecen toda la dignidad y el apoyo posibles, para desenvolver el trabajo sin que sus propios jefes les pongan la zancadilla.

En pocos medios podemos encontrar noticias de la mala praxis de esta “Organización”, ya se ocupan ellos de que la prensa les aplique esa pátina de santidad que deriva de cuando Jesucristo sanó al ciego.

Parece que la ONCE es la bendición que la sociedad española necesita, cuando esta organización no hace más que exprimir a la gente que presume de ayudar.
Cada vez que veáis un hermoso pueblecito en el cupón, pensad en el pobre vendedor que vive allí y como seguramente será despedido porque no llega a las ventas que dicta la organización.

Ay, cuánto hace la ONCE por los pueblos de España, ¿eh? Los cupones tienen diferentes lecturas y una de ellas es que “promocionan” el lugar y mientras entierran en la miseria al empleado que allí tienen.

La ONCE, esa organización que destila misericordia barata, fijaos bien dónde gastáis vuestro dinero porque no hay más ciego que el que no quiere ver.

    3 Comentarios


Seguidor.

de20 febrero 2017

#1
Maravilloso. Felicidades

Marta

de20 febrero 2017

#2
"No hay más ciego que el que no quiere ver" gran broche.

Carmen

de21 febrero 2017

#3
Fabuloso artículo, solo le ha faltado poner los sueldos millonarios de los directivos.
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Maria von Touceda

Maria von Touceda

María von Touceda es compostelana de nacimiento y cántabra de adopción. Trabaja como crítica de Arte y escritora. Recientemente ha publicado su primera novela, “Crítica del vicio”. Colabora en la Revista Cáñamo y escribe textos a medida como freelance. La duda es su motor y la retranca su arma.

 
 
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