Júlia Monge, Antònia Miralles y Susana Navarro–Reverter, psicólogas de la asociación Juguesca
Antonia Miralles recuerda que “cuando se abrió la asociación, los juegos on line no existían. El perfil del varón que acudía al centro era el de adicto a las máquinas tragaperras. Tras la legalización del juego aumenta la demanda y, consecuentemente, la adicción. En Baleares siempre ha habido mucha afición al juego, especialmente los ilegales como las timbas”.
La llega de Internet revoluciona el sector del juego. Para mal de algunos. Antes eran las tragaperras, pero ahora Internet descubre un mundo ilimitado de apuestas, lo que el perfil del jugador se diversifica notablemente. “En Internet los juego son muy adictivos por lo que la adicción se desarrolla más rápidamente”, asevera Antonia Miralles.
Internet ofrece a los jugadores mucha más inmediatez, accesibilidad, fácil acceso y una sensación de control y anonimato. Es decir que los jugadores ni si quiera tienen que desplazarse físicamente a un local, pueden estar apostando desde cualquier lugar y en cualquier momento utilizando, simplemente, su teléfono móvil. No existe ni siquiera un control efectivo de la edad, puesto que los menores pueden emplear trucos, las tarjetas de sus padres o de algún mayor de edad o, incluso, comprar una de las tarjetas prepago que se pueden adquirir en multitud de locales.
Por si las facilidades para jugar en la red no fueran suficientes, la publicidad ha entrado a saco potenciando la adicción al juego. Ahora, deportistas de élite y otros famosos personajes incitan en sus anuncios al juego: “La publicidad es muy engañosa. Lo primero que se tendría que hacer es regularla. Los jóvenes cuando ven a su deportistas preferidos anunciado juegos de azar no piensan en los efectos negativos sino que, si lo anuncian sus ídolos es porque el juego es saludable, un modelo a seguir está permitido. Prácticamente en estos anuncios no hay un mensaje claro de lo adictivo que es el juego. Solo ofrecen la parte divertida del juego”, apunta Monge.