Recuerdo con frecuencia aquel magistral título de un artículo de Serafín Portas: Juego Responsable, la llave de nuestro sector". Fue escrito hace un año y sigue sintetizando la encrucijada de la industria. Encrucijada, también en su otra preciosa acepción, ‘confluencia’, ‘travesía’. Hace poco intercambiaba con un ilustre representante de nuestras asociaciones los nuevos temas que deberían preocupar al sector. Entre ellos le decía la importancia del Compliance. Y lo digo con conocimiento de causa. En mis conversaciones con Dow Jones lo dejaron claro; es máximo su interés por todas las políticas empresariales en este sentido. CRUCIAL. Mi interlocutor sectorial creía que tal y como está la industria de ensimismada, dispersa y encontrada, era difícil aunar mensajes. Pero precisamente creo que esta nueva conciencia, comprometida, sensible y solidaria, es, quizás, por ahora, la línea recta, inequívoca e intachable sobre la que tejer el camino del futuro.
Asentar los pasos sobre la creación de confianza, la solidaridad y la empatía desde el consenso y la cohesión. Esas deberían ser las políticas en las que se base el crecimiento. (Algunos lo están entendiendo. Hay una multinacional que remoza su web y he podido verla antes de su lanzamiento oficial… Ellos trabajan por trasladar este mensaje y el nuevo curso lo encararán bajo esa premisa). La RSC ha llegado para quedarse y es el abrazo social que el sector necesita.
Mientras, estamos de aniversario. Hace una década de la caída de Lehman Brothers, de la gran crisis que ha traído un escenario social donde la gente se siente más vulnerable y asustada. Miran a los lados buscando culpables y, los políticos, populistas, les guían en su mirar errático. En este gran supermercado de prejuicios donde compran los nuevos partidos políticos nos encontramos chivos expiatorios diversos. El populismo ha encontrado víctimas y las estrujará mientras la opinión pública responda gregariamente y les otorguen victorias en las urnas. El juego, los inmigrantes, los pobres. La creación de fobias diversas como engranaje de programas electorales.
Ha coincidido esta década con el relevo generacional en el que los hijos de los grandes empresarios del sector no han tomado el testigo en muchos casos. Y unido a estas dos crisis y rupturas, hemos vivido la explosión digital donde la industria ha tenido que enfrentarse a una nueva realidad, asumirla y acoplarla en la medida de sus posibilidades. Estas tres realidades (la crisis, el relevo generacional y la revolución digital) sumadas a los movimientos populistas han creado un contexto inédito en la Industria que da pie a la posibilidad de una revolución tranquila y paradigmática.
En esta realidad social alarmante y alarmada el encaje del sector requiere de mucho temple, de filigrana y precisión. Ante una opinión pública terca sólo cabe empatizar.
Serafín Portas también escribió un inolvidable artículo donde exponía con lúcida sencillez que el problema es de la educación y no de las máquinas. Pero, precisamente la capacidad crítica, ese culmen de la educación, es lo más doloroso y costoso de desarrollar porque sitúa al mundo enfrente de sus debilidades. También a la industria, que tiene que encarar la realidad con responsabilidad y adultez sin seguir mirando hacia otro lado. Porque la vida es un campo minado y el primer error no debería ser el último.