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Por usar la redacción de la noticia de La Vanguardia:

“Un estudio advierte que ha aumentado el juego online entre jóvenes durante el confinamiento y piden que tengan ‘alternativas de ocio reales‘...” inicialmente me gustaría saber las alternativas de ocio que se presentan en una sociedad cada vez más digitalizada y para colmo durante un confinamiento doméstico. Creo que es medianamente lógico que aumente la opción online (no solamente el juego también otros sectores) en estas circunstancias y hablamos de menores de 30 años, los millenials y tecnológicos.

Desconociendo el contenido total del estudio, me gustaría saber el impacto real en la franja de 15 a 18 años y en que entornos de juego han desarrollado su ocio, legal o ilegal, real o inventado para afianzar su posición respecto al grupo de pares o, simplemente, por respuestas poco o nada meditadas al afrontar la encuesta.
Aun siendo un problema cualquier porcentaje de juego en esta franja de edad, sigo manteniendo que el problema es mucho más ajeno al juego de lo que se expone. Los propios que presentan el estudio hacen hincapié en el empujón hacia el abismo de lo prohibido que realiza la “precarización de la juventud y sus situaciones de malestar vital”, de las que parece que es exclusivo culpable el juego de azar y no las políticas públicas de los diferentes gobiernos de turno (temporalidad laboral, paro, inactividad...). Y como bien señala el estudio, se inician para “aliviar su malestar, lo que también puede estar relacionado con la cronificación de la pobreza entre los jóvenes y con la inestabilidad mental y la ansiedad que sufren por su futuro incierto”. Estas circunstancias personales o situaciones sociales ¿también son derivados o producto de la industria del juego?

Vuelve a poner el acento en el juego online (canal), en las apuestas deportivas (mercado) y en la publicidad (marketing). Seguramente si se hiciese un estudio dentro del empresariado presencial privado estarían totalmente de acuerdo en el desbarajuste que esta tríada ha desencadenado en el juego en la última década. Se ha pasado de creer que, en ese momento, favorecía la expansión mediante una especie de respiración asistida que aplicaba esa tríada a determinados mercados y empresas, para desembocar progresivamente en una sepsis para el conjunto del juego de azar.

Además, la investigación hace referencia a varios aspectos que llaman poderosamente la atención por su impacto social, caso de ser real (¿?) la situación que describe:

- “Alerta de que dos de cada tres jóvenes que apuestan tienen un problema real“. Esto puede traducirse que, de ser así, el 66,66% (aproximadamente) de los menores de 30 años que apuestan ocasionalmente serían “adictos o ludópatas”. Un auténtico despropósito. Una especie de apocalipsis zombie en el mundo del juego. Las personas actualmente con mascarilla constituirían un grupo minúsculo respecto a los supuestos adictos que se encontrarían por cualquier calle valenciana (o de cualquier otra comunidad autónoma). Esto si que sería una señora pandemia.

- “El mensaje de jugar de manera responsable se ha mostrado ineficaz e insuficiente”. En esto estoy de acuerdo y lo he recalcado en artículos de opinión y en comentarios diversos. No puede adoptarse un decálogo de ítems y pensar que los individuos asumen de inmediato el mensaje y SU RESPONSABILIDAD al respecto. Queda un largo trayecto en educación, prevención e investigación en estas cuestiones y cuyos resultados se conseguirían a medio plazo, adaptando los distintos canales y mercados a las características específicas de los mismos. Cada uno de ellos demanda una protección más o menos exigente. Incluso la extensión de la publicidad debe ser diferente sin perjudicar el principio de igualdad (entendida entre iguales).

No podemos olvidarnos de la amplitud del estudio. Desconozco que el sector privado haya realizado estudios con muestras de tal calibre, al menos hace muchos años, demasiados. Vuelvo a insistir en que hay que realizar, unitariamente, estudios serios, diversos y multidisciplinares. Ya basta de mostrar solamente empleo y riqueza que varían anualmente poco, salvo por una catástrofe como, por desgracia, es la actual para toda la economía y, particularmente, para el ocio basado en el juego de azar (sobretodo presencial).

Si me permiten el simíl y aplicando la actualmente también cuestionada tauromaquia, el juego empieza a encontrarse en la “suerte suprema” la de acabar con su recorrido vital, tras pasar por la lidia y el resto de suertes, se vislumbran movimientos respecto al uso del estoque con cierta maestría por parte de los que pretenden aniquilarlo.

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