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El gran periodista catalán Joaquín Luna publica una columna de opinión en La Vanguardia visibilizando las puritanas restricciones al juego

 
El diario La Vanguardia publicaba este viernes 4 de diciembre una columna de opinión de uno de los periodistas más respetados en Catalunya. Joaquín Luna, con gran presencia y predicamento en la prensa catalana, publicaba la columna titulada Prohibido el juego, la blasfemia y los vicios.

El afamado periodista apunta a que las restricciones al sector del juego se pueden deber mas al auge del puritanismo que a criterios sanitarios.
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A continuación el artículo completo:


Prohibido el juego, la blasfemia y los vicios, por Joaquín Luna

Con la excusa de la pandemia, se lleva mucho el virtuosismo. En cuestión de meses, el sermón vive una era esplendorosa, con su púlpito, sus feligreses acojonados y unas admoniciones que cortan la respiración.

¡Cualquiera peca!

Hay que ver el partido que le sacan algunos a tres normas simples: distancia física, uso de mascarilla e higiene de manos. Más allá, se supone que todo es secundario.

Como el adoctrinamiento estaba mal visto y el fomento de la virtud andaba por los suelos, la pandemia ha dado alas a los defensores de causas nobles y algo aburridas: modificar los horarios, burbujear en familia o decir que lo importante no es tener un Ferrari sino aplaudir a los médicos, amar y poner paz entre los epidemiólogos y respetar cuantas ocurrencias improvisen los gobernantes.

De la mascarilla, la distancia física y el lavado de manos tratan de crear un nuevo orden moral, social y económico al que uno le pronostica cuatro días, los que tarde en hacer efecto la vacuna, aunque expertos autorizados digan que las adaptaciones han venido –como las suegras de antaño– para quedarse, cosa que las anteriores pandemias contradicen.

De esta no saldrá un hombre virtuoso sino un hombre arruinado aunque de buen conformar porque se le dirá lo que se suele decir en estos casos:

–¡Lo importante es que haya salud!

Uno, partidario del hombre imperfecto, se ha quedado sin el recurso de comprar tabaco en alguna sala de juego, los drugstores del siglo XXI, esos negocios donde hay quien pasa el rato, se encomienda al azar o cree en la buena estrella. La última vez que recurrí a un bingo para darle al vicio incluso me pidieron el nombre, el teléfono y el lavado de manos antes de echar cinco euros en la máquina.

Una amiga que trabaja en el sector del juego me hace observar que está chapado –casinos inclusives– y ni siquiera aparecen en la última fase de la enésima desescalada de la Generalitat, como si el criterio no fuese la sanidad sino la virtud moral, el capitalismo renano –quintaesencia de lucro y moral– y esa entelequia de que el erario compensará a las empresas que arruina con el dinero y los impuestos que estas aportan al erario. Ya me contarán.

¿Es una cruzada contra el vicio o un despiste? Lo ignora. “Más precauciones, imposible”.

La noche, el juego, las risas, el sexo. Duro con ellos. Que se arruinen. Todos virtuosos. Amén.

¿Putean al sector del juego por criterios sanitarios o más bien por el auge del puritanismo?


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