Me pasa cada día. Pienso que Alejandro Landaluce está bordando el fondo y la forma. Ha pulido soltura y su elegancia natural y medular desborda solvencia y sentido común. Ayer le escuchaba encantada y esponjada en la radio valenciana. Articula, verbaliza y puntualiza con contenida autoridad. Me ha conquistado, mis queridos lectores. Él es así, igual de bien pega el golpe de derecha o el revés. Ya me entienden.
Reflexionaba ayer antes de una amena comida con uno de nuestros empresarios insulares sobre el Generalísimo y su famosa máxima: “Usted haga como yo y no se meta en política." Se lo decía Francisco Franco a Sabino Alonso Fueyo, director del diario falangista Arriba al escuchar sus quejas sobre las presiones que recibía de los distintos sectores y familias del Movimiento Nacional. Ya he empezado a seguir este consejo y desde Navidad hasta aquí ninguno de mis sabios redactores ni yo misma caemos en semejante charco. Para hablar de política y sobre aristas regulatorias ya están nuestros
landaluce,
cabeza de vaca y
duelo. Carlos, que se merece estar en el torreón de los emisarios sectoriales, o como ayer decía la ONCE para referirse a sus vendedores de calle: “centinelas que salen a las calles dispuestos a vender y a hacerse hueco en el mundo tan competitivo que es el del juego”. Lo de la ONCE tiene un nombre. Ese que están pensando. Pero ahí están, terciando con el gobierno andaluz, presentando a sus delegados territoriales en rueda de prensa y poniendo mano en pecho. Me descubro ante esa maquinaria de marketing y me pregunto cuándo la industria nombrará a sus diplomáticos. Un embajador es lo que necesita el sector, o embajadora. Se lo dije hace más de un año a un hijísimo empresario. Hay que rascar más allá de Yáñez que empieza a encasillarse. O al menos dosificarle porque vale mucho y encontrar otra cantera de magnánimos profesores o no descartar al docto y refinado Cases, por ejemplo.
Y recordando otra vez a Franco, ahora que ha vuelto a las calles, (¡qué hallazgo sus citas!), otra que nos viene que ni pintada para hablar de los censores o de los que están tan ofendidos y amargados porque la gente se divierta echando unas apuestas: "¿Es que ha visto usted algún censor que no sea tonto?". Pues eso.
Qué ganas de soltarse, disfrutar y relajarse. Que pare ya el acoso y compartamos la alegría de jugar a diestro y siniestro, con responsabilidad o sostenibilidad como dice mi querida Cristina García a la que nunca se pagará como merece.
FELIZ SAN VALENTÍN, AMIGAS Y AMIGOS