El Jackie Pot

Estuve en Montjuic la pasada semana disfrutando de un lugar excelente viendo todo… desde el Tibidabo, la Sagrada Familia hasta el mar. El mar que ha abierto Barcelona al mundo y por donde ha exportado su inmensa riqueza. Amo Barcelona. No entiendo esta tirantez por ambas partes. Barcelona habla todos los idiomas. “Ciudadanos de Cataluña”, y no ‘catalanes’, como bien matizó Tarradellas. Todos los habitantes de Cataluña, nacidos allí o no, entienden ese territorio. Creo que también somos mayoría los que, al contrario, miramos Cataluña con admiración. Cataluña positiva, fuerte y constructiva.




Entre los mejores momentos de agosto, recuerdo largas caminatas por Madrid, conociendo mi nuevo barrio, el nuevo kiosko de la ONCE que desde la plaza, por megafonía, vende Rascas y Cupones... Mientras me pregunto si será legal, me voy cruzando con salones de juego casi subrepticios y tímidos, oscuros y opacos hasta que llego al de Luckia en plena Calle General Perón, al lado del Bernabéu. Allí vi el sorteo de la Champions con un buen amigo amante de los trenes y le recordaba aquello tan bonito que escribió Truman Capote en su libro Los Perros Ladran: “El tren iba tan despacio que las mariposas entraban y salían por la ventana”. Y así hablamos de perros que ladran porque cabalgamos, supuestos azotes que suponen que aún intimidan. Perros viejos y malolientes que con maneras mafiosas y capciosas estiran su pasado.


El Luckia Sport Café tenía ocupados cada uno de sus terminales de apuestas. Pensé en hacer fotos todo el rato y mandarlas a José González Fuentes. Me alegro por él y por todos. El lugar luce remozado en sus ventanas, aún más acogedor y pensé que era un buen lugar para quedar, para comer, para tomar una copa o para disfrutar en pantalla gigante de hazañas futbolísticas. Estuve a gusto y se me hizo corto.




He empezado el curso casi como lo terminé el año pasado: viajando a Palma de Mallorca. En el avión estudié el comportamiento ocioso de mi compañero de fila: unos 17 años, escuchaba música en móvil, jugaba en el móvil, primero a uno de un patinete y después otro de meter algo en una canasta; ni siquiera ojeó la revista del avión. A esta generación hay que ganársela. Tremenda hazaña nos espera.


Recalé en Palma y volví a un local de José González Fuentes: el casino. No he visto nunca personal más amable, a la entrada, tres señoritas eran el colmo de atención. Dentro algunas máquinas muy ocupadas, otras no; la mesa de póquer rebosante y las de black Jack igual. Público joven y mediana edad. Era un miércoles a las diez de la noche y muy cerca hay otro local de Merkur.











Probablemente es el mejor de Carlos Chacón en Palma, justo en una esquina, enorme y reluciente. Me sentí como en casa. Todo me resultaba familiar y cercano y … me gusta. Al día siguiente iba a la Consellería a ver a entrevistar a Iago Negueruela. No podía estar más contenta. Palma, hermosa y cálida, te he visto en este año más que en toda mi vida. Aterricé en Madrid y cogí al vuelo este hermoso taxi. El destino, circular, me envuelve y me arropa. Y en este taxi de oro regreso a casa. Hasta la próxima…