El enésimo capítulo de las erráticas entretelas de la Organización Nacional de Ciegos también transcurre por idénticos derroteros, los de la crítica a la que se hacen acreedores últimamente con inusitada frecuencia.
En esta ocasión el epicentro de la polémica procede de Navarra y de él se hacen eco diarios digitales, aunque es una casuística aplicable a todo nuestro territorio y que sucede diariamente. Los trabajadores ONCE y sus condiciones de trabajo, lean episodios pasados en InfoPlay y pónganle a las mismas el calificativo que deseen; han sido un caballo de batalla que ha trascendido la opinión pública y que ha tenido amplia repercusión en nuestros medios de comunicación.
El capítulo en cuestión, pone en mal sitio de nuevo a una organización incapaz de optimizar su capital inmovilizado y humano. O bien es que beneficia a una serie de vendedores frente a otros. Llueve sobre mojado, como lo hace frecuentemente en Altsasu y Sakana.
Allí, las condiciones de trabajo de una vendedora han suscitado polémica, tanta que hemos podido saber que está en negociaciones la propia vendedora con el consistorio de Altsasu y con la propia ONCE, para poder desbloquear la absurda situación por la cual un kiosco lleva diez años cerrado sin motivo y una vendedora está expuesta a las inclemencias meteorológicas gratuitamente.
Desgraciadamente la frecuencia con la que sucede esto es demasiada en pleno siglo XXI, y su abundante presencia en medios no siempre se produce por los motivos por los que debería y para los que fue creada. Tres cuartos de lo mismo sucede con esos entes municipales centrados en otros menesteres y perdidos en batallas políticas; es triste que sean las iniciativas vecinales las que nos acerquen a estas realidades. La cara B de la ONCE también existe.
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