Los que sí que tienen problemas con el juego son los políticos. En mayor porcentaje que los jugadores. Me refiero con el tema del juego en la agenda política, es decir, los políticos están más preocupados por la percepción del juego en la sociedad, que por los segmentos sociales desfavorecidos por el juego. Y por tanto, la industria tiene un grave problema.
¿Pero cuáles son las causas de este problema? Bien, pues no son enteramente de los políticos, más bien son de la sociedad, de la opinión pública. Hay que reconocer que la sociedad tiene una idea del juego mayoritariamente negativa. Recientemente hemos podido ver alguna encuesta de opinión publica segmentada por partidos, comprobando la enorme oposición al juego, muy por encima del 50 % en votantes de Vox y Podemos, y un poco más moderada con los del PSOE y aceptable para el resto.
Tenemos que constatar que la industria, especialmente online, ha hecho enormes esfuerzos con la DGOJ capitaneada por Espinosa, para solventar estos problemas, incluyendo la nueva regulación de la publicidad o las medidas para un juego responsable; y, eso, a pesar de tener únicamente menos del 1 % de los jugadores con este tipo de problemática, y sin embargo, se exigen más restricciones ¿por qué?
Pues solo hay una respuesta: no nos estamos enfocando en la solución correcta al desafío. Tenemos un problema enorme de opinión pública. Los porcentajes son alarmantes y masivos, y tanto patronal como regulador, están dedicando arduos esfuerzos en la solución equivocada. No es que no tengamos que tener medidas para juego responsable, por supuesto que sí, pero el problema de la opinión pública es extremdamente grave, y mientras haya alarma social, los políticos no bajarán la guardia, especialmente aquellos más sensibles a las demandas sociales.
Ni siquiera es un tema de derechas o de izquierdas. En ambos lados hay opiniones en contra. Unos porque es un vicio y otros porque es una forma engañosa de tirar el dinero. Quizás solo en el centro liberal hay una opinión mayoritaria de dejar hacer y no prohibir, pero aquellos que piensan, que el juego es amoral o dañino, y no digamos cuando hay la percepción, que se pone en peligro la educación de los hijos, a la gente le sale la vena radical de Belén Esteban "yo por mi hijos mato". Un tema fácil de manipular.
El debate de la opinión pública esta viciado y es demasiado emocional, pero tenemos que comprender a través de investigaciones multidisciplinares, cómo culturalmente hemos llegado hasta aquí, a través de tantos años, y porqué otras industrias como el alcohol o la especulación bursátil, no tienen a la población en contra.
Ante este panorama cada vez más sombrío, lo primero que hay que destacar es la inmadurez del sector. Siempre hemos estado desunidos (por intereses económicos) y ahora nos encontramos, con que las ventajas de antes como la regulación por CCAA para conseguir ventajas competitivas, se ha convertido en una enorme desventaja y una incapacidad para organizar una fuerza única capaz de marcar la diferencia. Aún existen muchos puntos de desacuerdo entre presencial y online, y entre territorios, y entre tipos de locales de juego.
Hemos estado a la defensiva, intentando reducir los impuestos para salvar los beneficios, aceptando a regañadientes cada vez un mayor grado de juego responsable, y tragando restricciones de publicidad para evitar su prohibición total. Pero hay que dar un giro copernicano, hay que estar en la positividad, en la creación de opinión publica, en llevar la iniciativa normativa. Es a la sociedad a la que tenemos, que convencer de que no somos malignos, lobos con piel de oveja, que el juego no es un robo disfrazado sino un entretenimiento. De lo contrario, las cosecuencias serán fatales. Es un fenómeno global y está creciendo. Está pasando en muchos países, porque hay consignas comunes entre las élites políticas. El juego es la excusa fácil para los políticos, para ganar puntos ante la sociedad. Ultraconservadores de derechas y populistas de izquierdas tienen una causa común.
No queda otra, que intentar cambiar la cultura de la gente. Y eso cuesta mucho dinero, pero sobre todo, inteligencia. Las recetas del pasado no valen. Aprendamos de Las Vegas y su capacidad de adaptación. Ellos están omnipresentes en series y películas desde hace décadas consiguiendo dar una idea de ubicuidad y normalidad al juego, mostrando que es una manera de entretenimiento. Han tenido la iniciativa de mezclar juego con espectáculo y hostelería de la mejor manera. Se han abierto a la sociedad hospedando eventos de todo tipo. Tomemos nota, en EEUU también hay amplios sectores en contra del juego.
Hay que hacer una estrategia a 10 años, hay que tener agencias de relaciones públicas, hay que formar think tanks trabajando por desmontar los mitos equivocados del juego y cambiar la percepción negativa mayoritaria que realmente existe en la sociedad. Olvidemos a los políticos, es a la sociedad a la que no estamos convenciendo.
¿Nos lo creemos o no?